Hong Yinming o el Tao de Huanchu Daoren

Lo poco que se sabe de Hong Yinming es que fue un erudito chino del periodo Wanli de la Dinastia Ming (1573-1620). Parece ser que trabajó de funcionario confuciano para luego abrazar el taoísmo al final de su vida, periodo en el cual fue conocido con el epiteto Huanchu Daoren  ("Un Caminante que Retorna a los Origenes"). Así pues, sería el caso de un filósofo que llegó al Tao desde una perspectiva laica, más cercana al taoísmo de Lao Tse y Chuang-Tzu. 

Editorial Edaf tiene publicados dos libros suyos en su colección Arca de Sabiduría: Cultivando las Raices de la Sabiduría (como Hong Yinming) y Retorno a los Orígenes: Reflexiones sobre el Tao (como Huanchu Daoren). El primero es una traducción directa -y literaria- del chino por Alfonso Araújo y un hermanamiento de los pensamientos taoísta, budista y confuciano; el segundo es una traducción de Alfonso Colodrón desde una versión en inglés de Thomas Cleary y está escrito desde una perspectiva más taoísta en forma de aforismos.

Dos perlas del pensamiento taoísta de Hong Yinming a.k.a. Huanchu Daoren:

"Quienes viven de manera virtuosa pueden estar afligidos por un tiempo, pero quienes dependen de adular al poder viven siempre desamparados. Las personas que han despertado ven lo que está más allá de las circunstancias y reflexionan acerca de la vida y de la muerte, de manera que pueden experimentar pasajeramente la aflicción, pero no el desamparo permanente".

“La gente solo puede entender libros que tengan palabras, no pueden entender libros escritos sin palabras. Pueden tocar laúdes que tengan cuerdas, pero no pueden tocar laúdes sin cuerdas. Usan las formas exteriores pero no pueden usar las esencias internas. ¿Cómo pueden entonces penetrar el significado de cuerdas y libros?”

Se puede echar una ojeada a Cultivando las Raíces de la Sabiduría en Google Books:

Y también a Retorno a los Orígenes:

Comentarios

  1. Lo que sí he comprobado es que a medida que la conciencia va evolucionando, las preferencias artísticas, filosóficas, sociales (y hasta culinarias) también lo hacen. En realidad, todo se modifica cuando el caparazón del ego empieza a resquebrajarse. Es por eso que muy a menudo me siento un verdadero incomprendido: me cuesta mucho entender cómo se glorifica y ensalza a determinados papanatas del mundillo artístico y como se ataca y ridiculiza al artista verdadero que intenta crear una obra de arte perdurable y sincera.
    En el campo del pensamiento he tenido bastantes veces la sensación (es un decir) de tener que pedir perdón por hablar de temas de índole espiritual. Ahí sí que surge la carraspera, la risa nerviosa o las miradas mezquinas y cómplices.

    En definitiva; que nuestra evolución personal influye directamente sobre todo aquéllo que nos atrae o nos repele. Una persona en la que predomine sattva (armonía) sentirá especial predilección por toda manifestación externa que rezume pureza, poesía y verdadera belleza. La persona violenta y rastrera, sarcástica y manipuladora, vanidosa y superficial (es decir; aquélla que esté dominada por tamas y rajas) se sentirá, como no puede ser de otra forma, irremisiblemente atraída por toda muestra (artística, literaria, filosófica...) que exhude pretenciosidad, vileza y fealdad gratuita.

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